Cuando quemamos algo ¿qué queda? CENIZA. Las cenizas son nuestros egoísmos y enfermedades: peleas, mentiras, pereza en el estudio, falta de cariño y respeto nuestros padres... La ceniza significa que todo lo anterior lo hemos quemado y que queremos que nazca en nosotros algo nuevo: la paz, la amistad, la solidaridad, el amor, la dulzura, la comprensión... La ceniza es un signo de humildad para con Dios pues como dice el evangelio polvo eres y en polvo te convertirás. La imposición de ceniza también es una costumbre que nos recuerda que algún día vamos a morir y que nuestro cuerpo se va a convertir en polvo. Nos enseña que todo lo material que tengamos aquí en la tierra se acaba. En cambio, todo el bien que tengamos en nuestra alma nos lo vamos a llevar a la eternidad. Al final de nuestra vida, sólo nos llevaremos aquello que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos los hombres.
El Miércoles de ceniza nos marca el principio de la cuaresma, es el inicio, es donde tú te propones cambiar, hacer ayunos o sacrificios, para estar bien con Dios y contigo mismo. Mediante sacrificios y ayunos manifiestas que estas arrepentido de todas las cosas malas que has hecho.
El periodo de cuaresma que iniciamos, debe propiciar un examen de nuestra conciencia para ver más a fondo y con sinceridad cuáles son las intenciones de nuestros comportamientos, actitudes, actividades, proyectos y realizaciones.
Es necesario que las cosas, los sacrificios, ayunos, oraciones y limosnas que pienses hacer, no los hagas con el interés de quedar bien con los demás, si no que para agradar a Dios, todo esto es signo del amor y arrepentimiento para con Dios: Jesucristo en el evangelio pone el dedo sobre este punto tan delicado. Ayunar, dar limosna, orar son prácticas buenas en sí, pero se vienen abajo cuando se llevan a cabo sólo para ser vistos y alabados por los hombres. A los ojos de los hombres, esos que dan limosna haciendo sonar una trompeta para que todos se enteren, o que oran en las esquinas de las plazas para que todos se den cuenta de que oran y de que saben de memoria largas oraciones, o que ponen cara triste para dar a entender que han ayunado, pueden pasar por hombres sumamente piadosos y santos, pero a Dios ni le engañan ni le pueden engañar. Dios mira el corazón, y ve que su corazón es egoísta, que su ayuno, limosna y oración no surge de un corazón lleno de Dios o al menos de arrepentimiento y deseo de conversión, sino que está lleno de egoísmo.
Entonces no solo ayunemos y hagamos sacrificios con cosas materiales como: dejar de comer algo que te gusta mucho, dejar de hacer alguna actividad o cosa que te gusta hacer con frecuencia, y cosas por el estilo que solo te purifican tu cuerpo, sino que también has cosas que purifique tu alma, la penitencia interior, es decir, de nuestras pasiones de orgullo, de vanidad, de deseo de tener y dominar, de tus lujurias de la mente y del corazón, llevarte bien con esa persona que te cae mal, tener buena relación con los que te rodean, arreglar todos esos problemas que no te dejan estar en paz contigo mismo. Esta es la penitencia que sin duda alguna más agrada a Dios y además la que más nos beneficia espiritualmente a nosotros, pues nos conduce a desprendernos de todo eso que no nos permite estar cerca de Dios , que debe ocupar el lugar primero, en tu vida. Porque, ¿qué sentido tiene limpiar el cuerpo, cuando el corazón está podrido de egoísmo?. Pero lo más importante, lo que más le agrada a Dios es que te acerques a Él y que todo lo que hagas sea para bien de tu alma.
También tengamos mucha oración, porque la oración en este tiempo es importante, ya que nos ayuda a estar más cerca de Dios para poder cambiar lo que necesitemos cambiar de nuestro interior. Necesitamos convertirnos, abandonando el pecado que nos aleja de Dios. Cambiar nuestra forma de vivir para que sea Dios el centro de nuestra vida. Sólo en la oración encontraremos el amor de Dios y la dulce y amorosa exigencia de su voluntad.
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